A principio del siglo XX, allá por los años 1901-1903, hubo un proyecto de ferrocarril Madrid-Valencia que cruzaba nuestra provincia y nuestra comarca con estaciones en Motilla del Palancar y Campillo de Altobuey, entre otras. La salvedad es que Campillo no figura en el proyecto como tal, con ese nombre de Campillo, sino como ALTOBUEY, a secas.
La línea de estaciones de Valencia a Madrid era la siguiente: Valencia, Torrente, Cheste, Chiva, Buñol, Requena, Utiel, Caudete, Minglanilla, Altobuey, Motilla, Buenache, La Almarcha, Almonacid, Saelices, Torrubia, Colmenar, Villarejo, Morata, Vallecas y Madrid. Este trayecto era recto y llano, con pocos obstáculos orográficos, y en Motilla llegó a haber una reunión de la Junta constituida para defender este trayecto.
Los de la capital conquense se manifestaron ante el Gobierno Civil de Cuenca para reclamar un trazado del ferrocarril alternativo que pasase por la ciudad. Al final, ganó la partida el trazado por la capital y la Serranía Baja, más caro y difícil de realizar, con necesidad de horadar varios túneles, construir viaductos y con menos poblaciones en su recorrido. Pero los intereses creados eran muy poderosos y la economía minera y maderera empezaron a tomar cartas en el asunto: las minas de Henarejos, las abundantes salinas en el recorrido, yesos y caolines, un trayecto que medio siglo atrás fue el apoyado por el conquense Fermín Caballero, de Barajas de Melo, quien fue dos veces ministro.
El proyecto de tren de Valencia a Madrid, pasando por Campillo, por Altobuey (según se indica en los planos) no se llegó a hacer, obviamente, pero hubiera sido un acierto maravilloso y hubiera estado muy bien que los trenes, útiles, baratos y ecológicos, se hubieran detenido en nuestra estación de Altobuey.
Y ahora dejemos volar un poco la imaginación y preguntémonos dónde se hubiera hecho esa proyectada estación y cómo hubiera cambiado la vida de la gente de Campillo. Lo cierto es que el tren está siendo reivindicado por la sociedad en general, por los ecologistas, como un medio de transporte público alternativo a otros medios más contaminantes, y que ya las gentes de antaño tuvieron la idea de proponerlo y hacerlo pasar por Campillo.
Se ha hablado mucho últimamente de la España vaciada, de la Siberia española, a la que pertenece la provincia de Cuenca, donde muchos pueblos se quedan deshabitados o están en tránsito de serlo. La gente mayor, por ley de vida, va desapareciendo, y las generaciones jóvenes se ven obligadas a abandonar los pueblos, salvo honrosas excepciones, que siempre las hay. Ante esta lamentable situación, cabe hacerse la pregunta de qué es lo que ancla la población al territorio, qué la sujeta y evita su marcha a otros lugares. Pues sobre todo tres cosas fundamentales:
1ª) El trabajo, y en especial para los jóvenes. Si no se encuentran posibilidades laborales, la gente se marchará de los pueblos, por pura necesidad económica.
2ª) Los servicios. Los pueblos y sus gentes tienen que contar con servicios suficientes y de calidad: atención sanitaria, escuelas, abastecimientos diversos, internet, etc.
3ª) Buenas comunicaciones y buenos medios de transporte público. La gente mayor, la que más valora la vida en los pueblos y en sus localidades de origen, si no disponen de medios adecuados y suficientes de transporte público, prefieren quedarse donde vivan, antes que molestar a hijos o familiares.
Las comunidades autónomas que tenemos han creado unos compartimentos estancos, con unas fronteras virtuales que no tienen demasiado en cuenta las necesidades de movilidad de la población. Por ejemplo, los trenes de cercanías valencianos solo llegan, tarde y mal, a Utiel, y como alguien quiera ir un poco más allá, a algún pueblo de Cuenca, pues como suele decirse: ” Ya se apañará”.
Se construyó la línea de Alta Velocidad Española, el AVE, que cruza y divide en dos la provincia de Cuenca, pero con poca utilidad y pocas ventajas para la misma. El AVE solo beneficia a las cabeceras de origen y destino, Valencia y Madrid, con una estación en Cuenca, desubicada, que apenas tiene viajeros y no hace muy rentable la enorme inversión que se hizo.
Al hilo de la construcción del AVE, recuerdo la intensa campaña de recogida de firmas que se hizo en aquellas fechas por parte de un grupo de entusiastas de los pueblos de la comarca para ver si se conseguía una estación intermedia en Motilla del Palancar, por ejemplo, en donde pudieran parar trenes convencionales, sencillos, porque estaba claro, y no se pretendía, que el AVE no iba a parar en esa hipotética estación, la que hubiera prestado un servicio extraordinario a la comarca de la Manchuela, hubiera potenciado su economía y hubiera facilitado el movimiento de las personas. Se recogieron miles y miles de firmas, y en ese cometido se esforzaron sobremanera Luis Martínez, cura y animador de la asociación cultural Tierra de Alarcón, así como mi propia hermana Juli, por citar solo a un par de personas de Campillo, aunque hubo más, muchas más, y también de los pueblos vecinos, La Jara, Motilla, etc. Obviamente el esfuerzo y el entusiasmo que se puso no sirvió para nada, pero la gente que te daba su firma era consciente de los beneficios que aquella idea podía llegar a suponer.
Santiago Montoya Beleña
Campillo, 2019