“El profeta Elías arrebatado al cielo en un carro de fuego”, una pintura del patrimonio artístico de Campillo

Comparte este artículo:

Esta pintura fue una más de las obras de arte que por fortuna se salvó de perecer entre las llamas de la hoguera que llevaron a cabo en la plaza de Campillo milicias incontroladas al comienzo de la guerra civil. No hay una explicación lógica, ni sabemos por qué este cuadro no fue quemado, y sin embargo varias decenas de los que adornaban los muchos altares de la iglesia sí fueron pasto del fuego.

Ubicación

Muchos campillanos recordarán el lienzo colgado en la pared de la sacristía, sobre la cajonería de pino y nogal, flanqueado por otros dos lienzos grandes, verticales, sin marcos, con las figuras de San Pedro y San Pablo, de los que no sabemos qué se hizo con ellos, y pequeños no eran. Y para aquellas personas de flaca memoria que no los recuerden, por ahí está la firma del anciano párroco Don Julián Briz en un inventario del año 1944, donde certifica y reconoce que había “Dos cuadros al óleo de San Pedro y San Pablo”.

El cuadro del profeta Elías y su discípulo Eliseo, del que ahora comentaré algunas cosas, se halla situado en la actualidad sobre la puerta de entrada a la sacristía, pero nunca estuvo ahí y su lugar lo ocupaba otro cuadro de la Santísima Trinidad, desaparecido y del que nada sabemos porque no se han conservado fotografías. En ese mismo lugar sí se llegó a colocar el relieve de piedra con la imagen de San Roque que hay sobre la clave de la puerta de la ermita, que, como iba a ser vendida, para salvaguardarla, se arrancó y se encastró en la entrada de la sacristía, donde permaneció varios años, hasta que, con mejor criterio, fue devuelta a la puerta de la ermita de la que nunca debió ser arrancada.

El cuadro del Profeta Elías llamó la atención del que fuera director del Museo Diocesano de Cuenca, Santos Sáiz, en tiempo de Don Guillermo, su amigo y condiscípulo, a quien dijo que más adelante pasarían a recogerlo para llevarlo a Cuenca, un poco en plan “ordeno y mando”. Y volvieron a por él, pero Don Guillermo lo había mandado colgar y clavar en lo alto del retablo del Cristo, lo que dificultaba o hacía imposible bajarlo. Allí permaneció bastantes años clavado, hasta que se decidió bajarlo y colocarlo donde ahora se encuentra, y en Campillo permanece.

La obra

Se recoge en él la escena de cuando el Profeta Elías fue arrebatado al cielo en un carro de fuego tirado por caballos, y en presencia de su discípulo Eliseo, quien recibe el manto de su maestro para que le proteja y le ayude en su quehacer profético. El pasaje lo tenemos relatado en el Segundo Libro de los Reyes, capítulo 2, versículos 11-12, y dice así:

Siguieron andando y hablando, y he aquí que un carro de fuego con caballos de fuego separó a uno de otro, y Elías subía al cielo en el torbellino. Eliseo miraba y clamaba: “¡Padre mío, padre mío!, ¡Carro de Israel y auriga suyo!”. Y no le volvió a ver; tomando entonces sus vestidos, los rasgó en dos trozos, recogiendo además el manto de Elías, que este había dejado caer. Volviose después y, parándose a la orilla del Jordán, tomó el manto de Elías, que este había dejado caer y, golpeando con él las aguas, dijo: “¿Dónde está ahora Yahvé, el Dios de Elías?”, y en cuanto golpeó las aguas, se partieron estas de un lado y del otro, pasando así Eliseo.

El cuadro de la parroquia de Campillo, una composición barroca en diagonal, de entonación terrosa por la imprimación a la almagra, se halla dividido en dos planos, el superior con el carro de fuego tirado por caballos en una nube ígnea, donde el profeta Elías entrega su manto blanco a su discípulo Eliseo, quien eleva sus manos hacia lo alto para recogerlo. Eliseo permanece de pie en un paisaje de fondo que completa la escena y donde se puede intuir la presencia del río Jordán.

El episodio de Elías y Eliseo pasó al mundo del grabado, con bastante éxito en los países cristianos de occidente, en especial durante el siglo XVIII.

Grabado del siglo XVIII de la escuela italiana.

El cuadro campillano es una excelente obra de arte, de notable calidad, visible en el tratamiento de los paños, los rostros y las manos de ambos profetas, muy bien resueltos y de dibujo proporcionado, destacando las figuras de Elías y Eliseo, cuyos mantos presentan un drapeado guateado que atrae la mirada del espectador. El resto de la composición presenta un desarrollo pictórico más restregado y deshilachado, sin tanto detenimiento como en las figuras de los dos protagonistas, Eliseo, calvo, tal como lo quiere la tradición bíblica, y ambos barbados, lo que imprime dignidad y mueve a la devoción, quedando el resto de elementos (caballos, carro, paisaje, nube…) como algo más anecdótico, porque los verdaderamente importantes son los dos profetas.

El marco también es de época y está muy bien conservado, no tanto así el lienzo, más estropeado, con faltantes y pérdidas, en el que la restauración ha puesto en valor la buena calidad de la pintura.

No está firmado, no sabemos su autor, no está documentado, aunque es una obra que sí aparece citada en varios inventarios parroquiales, en el del año 1888 (“Cuadro grande de San Elías”), en el de 1901 (“Otro cuadro de gran tamaño de San Elías”), en el de 1922 y en el de 1944, inventarios bastante tardíos para la cronología que le pertenece y que se puede estimar de la segunda mitad del siglo XVII, posiblemente inspirado en modelos valencianos de esa época.

Al momento presente no hay explicación fehaciente y documental de su presencia en Campillo, pero como al profeta San Elías lo tienen los carmelitas como primigenio y mítico fundador de su orden, se le puede buscar un origen en relación con esta orden monacal, aunque sea desde el terreno de la hipótesis y a la espera de nuevos hallazgos documentales.

Campillo tuvo mucha relación con Requena y con el convento del Carmen de esta población próxima. A su vez, la familia campillana de los Escribano, en especial Don Cristóbal y Don Asensio, beneficiados ambos de los Santos Juanes de Valencia y de Requena, respectivamente, nos permite pensar que el cuadro llegara a su través como un regalo o donación de estos clérigos campillanos importantes y bien relacionados con los carmelitas, quienes les pudieron agasajar con este regalo que ellos no dudaron en conducir a su pueblo de origen, Campillo.

Tampoco podemos olvidar al obispo Juan Gabaldón, cuyo timbre episcopal con el escudo de la orden del Carmelo, porque carmelita debió ser él mismo, está ubicado en la calle del Carmen, de Campillo, y fechado en el año 1756. Dada la devoción de los carmelitas por el profeta San Elías, considerado como el primer fundador de su orden en el Monte Carmelo, no es de extrañar que a través de un carmelita de alto rango llegara a Campillo este cuadro de los profetas Elías y Eliseo.

Lectura simbólica del manto

El manto o capa es un elemento de protección, de acogida y refugio para los creyentes, que ha tenido mucho éxito en la iconografía de las vírgenes de la Misericordia, donde María abre los brazos y extiende su manto para refugiar a sus hijos. La propia Santa Teresa, reformadora del Carmelo, cuenta con este tipo de representaciones iconográficas, desplegando su capa para acoger bajo ella a sus hijos carmelitas. La capa, para las órdenes carmelitanas, siempre se ha considerado como un indumento de gran importancia, un elemento de protección personal y espiritual que se remonta al padre San Elías, a quien solicitan su protección ante la menor dificultad y se imaginan envueltos en la capa o manto del santo fundador. Es un elemento asimismo milagroso, que lo utilizan ambos profetas para abrir las aguas del río Jordán y tener paso franco y seco. De ahí la importancia de la escena en que San Elías, profeta que no murió, sino que fue ascendido en vida al cielo y arrebatado por un carro de fuego, entrega su propio manto a su discípulo y continuador. Ahora comprenderemos un poco más lo que nos transmiten las obras de arte.

Santiago Montoya Beleña

2019

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.