La procesión de la Virgen de la Loma al revés

Comparte este artículo:

La mayoría de los campillanos ya conocen que la Virgen de la Loma heredó el culto que tradicionalmente se le venía rindiendo a Nuestra Señora de los Angeles en aquella antigua ermita cuyos restos se ven en el convento.

Fue el suyo un culto medieval dedicado a la patrona de los caminos y de los caminantes en un nudo o encrucijada de tres de ellos que fue Campillo de Altobuey. El camino que venía de Valencia se dividía en tres al llegar a Campillo: uno iba a Zaragoza por Cuenca; otro a Madrid, la capital y la sede de la Corte; y el tercero a Toledo. Pues bien, fue este camino muy frecuentado por arrieros, correos, postillones y viajeros que encontraban en Campillo posadas donde descansar, un hospital donde podían sanar sus males y un santuario donde recibía culto Nuestra Señora y atención espiritual los necesitados de ella.

A esta antigua ermita de la Virgen de los Angeles vino a parar la imagen de Nuestra Señora de la Loma que regalara Alfonso VIII al Capitán Jaraba por su ayuda en la conquista de Cuenca. Y esta imagen, según cuenta la tradición, fue la que se había aparecido con una luz y en una loma para señalar la victoria de los cristianos sobre los infieles.

Lo cierto es que la gran fama de milagrosa que alcanzó la imagen de la Virgen de la Loma aumentó el número de peregrinos que visitaban su santuario y no dejó de llamar la atención a tantos caminantes que por aquí pasaban. Esta circunstancia motivó la decisión de construir un santuario mucho más grande y hermoso que el que tenía, donde también empieza a funcionar un hospicio en el que atender a los peregrinos, enfermos y menesterosos. Como es conocido, la fundación fue encargada a los Agustinos recoletos y a ellos se les entregó la ermita, algunas tierras para su sustento y la sagrada imagen de la Virgen de la Loma, puesta bajo su cuidado y custodia. Y esto ocurrió en el último cuarto del siglo XVII.

Pues bien, durante todo el tiempo que duró la vida del convento agustino, es decir, hasta 1835 en que se produce la desamortización de Mendizábal y la incautación de los bienes de las órdenes religiosas por el Gobierno de la nación, la fiesta de la Virgen de la Loma se celebraba al revés de como la conocernos y realizamos en la actualidad.

En aquel periodo, en el cual la Virgen estaba todo el año en el convento-santuario, al llegar las fiestas, su imagen se subía a la parroquia a finales de agosto, cuando ahora la bajamos. En la parroquia se le hacia el novenario, que actualmente se celebra en el convento, y el día 8 de septiembre, el día de la fiesta, era bajada al convento en solemne procesión, era devuelta al santuario, su casa, donde moraría el resto del año y podía recibir las visitas de los peregrinos y campillanos y el culto constante de la numerosa comunidad de frailes agustinos recoletos a cuyo cargo estaba la imagen.

Por eso también San Agustín era sacado en procesión hasta el Liso, donde saludaba y recibía a la Señora que volvía a su casa, acompañándola hasta ella, donde era recibida por el prior y la comunidad agustina.

No tiene sentido disponer de un hermosísimo santuario barroco vacío de contenido y culto durante todo el año y utilizarlo solamente los ocho días previos a la fiesta. Sólo las circunstancias históricas, el estado actual de propiedad tripartita del complejo conventual y la seguridad que precisa la imagen, pueden explicar la situación y el modo de celebrar la fiesta. Creo que habría que intentar que el convento-santuario de la Virgen de laLoma fuera lo que fue en el pasado, un gran centro de atracción espiritual y de peregrinaje de toda la comarca y provincia.

Para ello habría que trasladar la plaza de toros, que no hace más que perjudicar a la iglesia del convento, y darle a ese espacio una utilización acorde con el lugar y la intención con que se fundó; recuperar la huerta como zona de esparcimiento y reflexión en torno al mismo, y volver a colocar en él la imagen de la Virgen. De esta manera, el convento volvería a ser el Santuario de la Virgen de la Loma y los campillanos tendrían allí un punto de atracción, un centro de peregrinaje, un lugar de paseo, y se saldaría así una deuda pendiente con nuestra propia historia.

Santiago Montoya Beleña

1997

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.